Cinco grandes fraudes en la historia del arte
Estos casos demuestran que el arte es también un juego de percepciones, donde la credibilidad puede ser manipulada con ingenio.

A lo largo de la historia, el arte ha sido un campo donde la creatividad y la percepción juegan un papel fundamental. Sin embargo, también ha sido escenario de grandes engaños que han puesto a prueba la credibilidad de críticos, coleccionistas y público en general. Desde biografías falsas hasta artistas inexistentes, estos fraudes han dejado huella en la historia del arte.
1. Nat Tate, el pintor que nunca existió
En la década de 1950, Nueva York fue testigo del auge del expresionismo abstracto. Entre sus figuras más enigmáticas estaba Nat Tate (1928-1960), un artista supuestamente influyente pero sumamente inseguro, quien destruyó casi toda su obra antes de suicidarse. Su historia fue documentada en una biografía escrita por William Boyd, donde se afirmaba que Tate había conocido a artistas como Pollock y Rothko, y que su temática recurrente eran los puentes, inspirados en los poemas de Hart Crane.
Sin embargo, todo era una mentira. Boyd inventó a Tate como una burla al arte contemporáneo y su mercado. Incluso contó con la colaboración de figuras como David Bowie y Gore Vidal para hacer más creíble la historia. En un giro surrealista, en 2011 una pintura de Tate, “Puente no. 114”, fue subastada en Sotheby’s por 7,250 libras esterlinas, consolidando su fraude como uno de los más exitosos de la historia.
2. Jusep Torres Campalans, el tercer cubista
Si Picasso y Braque fueron los pilares del cubismo, Jusep Torres Campalans fue, según se decía, su tercer gran exponente. Campalans, nacido en 1886, era un catalán que emigró a París, donde frecuentó los círculos de vanguardia y se convirtió en amigo de artistas como Modigliani y Mondrian. Su vida y obra fueron documentadas por Max Aub, quien afirmaba haberlo encontrado en su exilio en Chiapas, México, donde se había retirado desilusionado del arte.
Pero en 1958 se reveló la verdad: Campalans nunca existió. Aub había creado al personaje como una broma literaria, con fotografías manipuladas y obras ficticias. A pesar del engaño, el libro sigue siendo considerado un testimonio valioso sobre la vanguardia artística.
3. Pierre Brassau, el mono pintor
En 1964, una exposición en Gotemburgo, Suecia, presentó las obras de un desconocido pintor francés llamado Pierre Brassau. Sus cuadros, llenos de trazos expresivos, fueron elogiados por críticos que lo describieron como un artista con una “delicadeza de bailarina de ballet”.
Pero la verdad era otra: Pierre Brassau era en realidad un chimpancé llamado Peter. Todo fue una broma del periodista Åke Axelsson, quien quiso demostrar que la crítica del arte podía ser engañada. A pesar de la revelación, algunos críticos insistieron en que las obras del chimpancé tenían un valor estético genuino.
4. Joachim-Raphaël Boronali, el burro vanguardista
En 1910, el pintor genovés Joachim-Raphaël Boronali se presentó como el creador del movimiento “excesivista”, más radical que el futurismo. Su cuadro “Et le soleil s’endormit sur l’Adriatique” fue exhibido en el prestigioso Salón de los Independientes en París, donde la crítica lo calificó de “genial”.
Días después, se descubrió que Boronali no era un artista humano, sino un burro llamado Lolo. El escritor Roland Dorgelès había atado un pincel a la cola del animal y lo había dejado pintar. Con esta acción, buscaba satirizar el arte moderno y la facilidad con la que la crítica aceptaba cualquier propuesta “innovadora”.
5. El falso Vermeer de Han van Meegeren
Han van Meegeren fue uno de los falsificadores más famosos del siglo XX. En la década de 1930, creó pinturas atribuidas a Johannes Vermeer, logrando engañar a expertos y museos. Su obra “Los Discípulos de Emaús” fue considerada un descubrimiento revolucionario del maestro holandés. Incluso Hermann Göring, líder nazi, compró una de sus falsificaciones.
Su fraude se descubrió después de la Segunda Guerra Mundial, cuando fue acusado de vender un Vermeer a los nazis. Para probar su inocencia, demostró en la corte que la pintura era en realidad suya, lo que irónicamente le salvó de una condena por colaboracionismo, pero no de la cárcel por falsificación.
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El arte y la percepción: entre la genialidad y la burla
Estos casos demuestran que el arte es también un juego de percepciones, donde la credibilidad puede ser manipulada con ingenio. Algunos de estos engaños fueron broma, otros críticas y algunos fraudes deliberados con fines lucrativos. En cualquier caso, todos lograron dejar una marca en la historia, cuestionando lo que realmente define al arte: ¿la obra en sí misma o la historia que la rodea?
Con información de HA!
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